Narco micro—relatos. Historias con Tía Amapola 11

2 abril, 2016 § 4 comentarios

del rincón

Hoy, por fin, la tía Amapola volvió a aparecer. Tenía tiempo de no verla. Supuestamente, que estaba muy ocupada; pero me parece que estaba en un extreme make over porque la boca la tiene más inflada y al lado de los ojos, en lugar de las patas de gallo, se le ven unos bultos. Como inflamaciones.

Se me apareció como un ánima en pena en la puerta del cuarto. Sin una gota de maquillaje, con los pelos parados y con una bartola blanca que le arrastraba. Llevaba encima todos los collares que le ha puesto su padrino babalao y las pulseras de peonías y ojos de buey. Hedía a ron barato y tabaco de brujo.

—Ay, mi niño, desde que agarraron a Juanchito con la merca, no he pegado un ojo. Rezo día y noche, me he fumao caja y media de tabacos ¿No oyes como tengo la voz? Ya parezco Karla Luzbel.

—Ay, tiíta, botaste la cédula con eso de Karla Luzbel. Pero es que usted se lo toma todo muy a pecho, ni que ese Mayor Juan José fuera pariente suyo…

—Como si lo fuera, mi niño, como si lo fuera. Los socios y colegas son como hermanos, como sobrinos…

—Por cierto, tiíta, ya se acerca el 29, y dicen que los primos están cantando de lo lindo, cono dijo el Padrino ayer, cantando más duro que Plácido Domingo. Y el juez dice que más prórrogas no hay.

—Esa es otra vaina que me tiene mal y no sé si Padrino se atreverá a decirles a Fidel y Raúl que hablen con Obama ahora que va a La Habana, para que nos eche una manito con eso. Yo no puedo creer que si el negrito habla con el juez, no puedan pará esa vaina…

—Tiíta, los gringos no se manejan así…

—Ay, ya vienes tú con tus pendejadas pro yanquis, Si, claro, ellos son santos. No hay nada que con un buen fajo de verdes no se pueda conseguir, aquí, en gringolandia y en la conchinchina.

Me miró con los ojos puyúos y salió dando un portazo.

A veces siento que esa mente en cualquier momento se va a desmoronar.

***

«Papito mi rey, averigua bien esto y si es verdá, te lanzas una cadena a esa hora para que nadien vea esa vaina. Me llegó por guasac esto que te pego aquí:

‘hoy en CNN a las 10 d la noche con Fernando de Rincon entrevista a altos funcionarios de inteligencia que capturaron con droga sobrino de Cilia Flores sobrinos de la primera narco-combatiente e hijastro de Nicolas Maduro en Haiti en aviones de la empresa eveba propiedad de Diosdado Cabello rueda la cadena para que toda Venezuela vea la noticia..Por que a los Canales Venezolanos al parecer se les prohibio transmitir esa informacion…’.

Capaz es mentira, pero si es cierto te tienes que lanzar una cadena bien arrecha».

—Tiíta, ¿esto estás segura que es para mí? —le enseño a tía Amapola el teléfono con el mensaje que me acaba de mandar—. Yo creo que metiste mal el dedo.

—¡Ay, mi niño, eso era para el Padrino! Es que me puse tan nerviosa cuando lo leí, que ni me fijé a quién le estaba mandando la vaina. ¡Menos mal que fue a ti y no a algún periodista de esos que viven pendientes a ver cómo lo joden a uno. Ya se lo paso a mi amorcitico. Yo creo que si pone a la greñúa Iris con los ojos viraos y con convulsiones a mentarles madres a los diputados y a decirles ¡Hijueputas!; así, bien gocha y con las venas del cuello brotadas, la gente ni hable de ese programa del Fernando…

Tía Amapola, se calla de pronto, suspira y dice nostálgica:

—Chico, tan bueno que está ese carajo, tiene los ojos más bonitos que los de Diosdado. ¡Yo no sé por qué nos tiene tanta tirria! Yo hasta un quintico le jugaría porque tu Padrino cada vez funciona menos…

—¡Tíaaaaaa!

***

«El presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, decidió retirar al encargado de negocios de su gobierno en Estados Unidos, Maximiliam Arveláez, informó la Agencia Venezolana de Noticias.

La medida es en protesta a la decisión de Barack Obama de extender el decreto que desde marzo de 2015 declara a Venezuela como una amenaza para el pueblo estadounidense e impone sanciones a funcionarios venezolanos…»

—¡Se armó una limpia!, mi niño. —dice tía Amapola levantado la mirada de su IPhone para verme por encima de las gafas—. Llámame ahí a Maxi para que me traiga unas cajitas de la compra del mes que tengo allá.

—¿Y usted sigue trayendo el mercado de Estados Unidos, tiíta?

—Hasta el papel tualé con olor a manzanilla, mi niño, ¡Qué voyacé si la guerra económica nos tiene acogotaos! Lo único que uno ve en las bolsas de la gente en la calle es Harina Pan. Ahora el desodorante que conseguí es en bolsita y cuesta 700 bolos, no jo, en la compra metí seis espidestik pa’ Padrino que se pone tan podrío en las giras y seis de leidis pa’ mí ¡Llama, llama, mi niño! Que no se aparezca aquí Maxi sin mis seis cajas.

***

—Mi niño, tú que estudiastes en la Universidad de Los Andes —dice tía Amapola con cara de no entender nada—, ¿me puedes explicar de dónde salieron esos gochos tan delicaítos, tan sucectibles?

—Estudiaste, tiíta. Estudiaste, sin la ese al final. Y es sus ceP ti ble, tía, con p de papá…

—Si supieras lo que me repunna cuando empiezas con la corregidera para irte por la trangente y no contestar lo que te pregunto… ¡Me provoca lanzate la chancleta! Pero cargo puestas las Fendi y me da lástima que se me echen a perdé. ¿Me vas a explicar por qué se colocaron fúricos en El Playón con Indi, o no?

—No se «coloque» molesta, tiíta, como diría usted.

—¡¿Tampoco se dice así?!

—Olvídelo, tiíta. No se me ponga más brava. Lo que pasa es que Indi y sus amigos llegaron a El Valle y andaban como andan siempre, como bólidos por esas calles, y la gente les reclamó que por favor bajaran la velocidad que había niños en la vía y a los guaruras de Indi no les gustó la cosa y apuntaron con sus armas a un niño…

—¡¿Y por eso armaron tanto escándalo?! Segurito que esos muchachitos no juegan con armas de juguete a ladrón y policía y se apuntan unos a otros…

—Bueno, tiíta, pero una cosa es un juego y otra que un gorilón le batuquee el arma en la cara a un hijo suyo…

—Ay, sí. Ay sí. Ya vienes tú a ponerte de parte de los sus ceP ti bles. Nada, chico, que esos gochos no sirven pa’ cabrones. Y el bolsa de Salucito que les va a pedir disculpas. ¡No digo yo! ¿Pa qué somos gobierno, entonces?

***

—Aló, ¿Aris? ¡Mi amor!, ¿cómo estás? ¿Te entregaron el regalito, mi reina? —Tía Amapola me hace señas para que me siente y espere a que termine de hablar—. ¡No sabes lo feliz que me coloqué cuando supe que los dejaste libres de polvo y paja a los cinco! Ya casi que achicharro a Obatalá de tanta vela que le prendí … Claro, cariño, yo sé que la virgen de Las Mercedes es tu patrona … ¿Cómo está el calor en Dominicana, Aris? Si aquí está horrible, me imagino en la isla … Si, bueno, anda a atender tus asuntos. Yo espero que con el regalito que te mandamos puedas pagar todo lo que tengas que pagar para que te dejen en paz y te quede algo pa’l cafecito … Sí, sí, yo sé que saldrás bien de esa investigación. Tú eres muy pilas … Ok, mi amor, besitos. Gracias, por favores recibidos.

Tía Amapola cuelga y me mira pensativa, meditabunda. Al rato, me dice:

—¿Ves, mi niño? Con unos cuantos verdes se arregla todo en cualquier lado. Por eso es que no puedo creer que en Nueva York todo se haya complicado y alargado tanto. ¿Será que voy a tener que agarrá el avión para ir yo misma a resolver ese peo con tus primos?

—Bueno tiíta, pero ya tienen un nuevo bufete. Esperemos a ver qué pasa…

—Ay, mi niño. Ya estoy jarta de tanto esperar. Es que uno hay cosas que, definitivamente, no puede delegar. Yo te apuesto, gramos contra kilos, a que yo voy y en una semana ya tengo el juez que necesitamos. Si a Aristida la contacté por teléfono, magínate lo que no soy capaz de conseguir en persona.

***

—Ay, tiíta. Tanto que le dije yo a la Jessa que dejara de estar metiendo reposos. Que ya que tú la habías enchufado, que por lo menos fuera a trabajar. Que fuera al menos a cumplir horario. Pero como usted y Efra le alcahueteaban todo, ella no me escuchaba. «Tú si eres ladilla, chico. Y pendejo. Quién me va a hacé en este país» me decía Jessa, y me mandaba a callar. Ahí tienen. Ya sacaron a relucir hasta el adelanto de presentaciones que pidió cuando se vio que perderíamos la elecciones…

Tía Amapola le pone pausa al video del narcocorrido que está mirando y tarareando en la tablet, levanta la cabeza y brota los ojos así, como sólo ella sabe hacerlo. Me mira con esa mirada intensa, puyúa, por encima de las gafas de ver.

—Pero, bueno, mi niño. ¡Deja ya el mayén! Pareces un radio fiao. Es que Jessa tiene razón. Tú a veces pareces medio pendejo. ¿Tú crees que de todos modos esa gente va a podé hacele algo a Jessita? ¿Con qué tribunales? ¿Con qué jueces? Déjalos que se entretengan rebuscando pendejadas en esos archivos y gritando histéricos. Que hablen y se aplaudan entre ellos, que igual en esta vaina mandamos nosotros y no hay más tu tía. ¡Nunca mejor dicho!

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